jueves, 14 de febrero de 2013

Utopía

Se encontraba sentada en la sillita de salón, con gesto impaciente aguardando su llegada. Vestida con una tank-top y unos pantalones cortos y un moño totalmente alborotado -si, de esos que tanto se llevan-. De repente escucha la tetera pitar. Se levanta y sirve tres tacitas, una para él y otra para esa vecina que siempre se presenta sin avisar. Vuelve a sentarse en la sillita, esta vez con una de las tazas de  té en la mano. Siente como esa fragancia dulce le inhunda los pulmones. Calor en su interior. Se inclina hacia la mesa donde están las otras dos tazas y coge una libreta y bolígrafo:
Querida Orihanna,
Sé que últimamente hemos estado algo distantes, supongo que es normal, tú estás haciendo tu vida y yo  la mía. Por aquí todo sigue igual, Pablo ocupado con el proyecto de su empresa, y el pequeño Oliver está cada vez más enorme, cada vez se parece más a mí. En cuanto a mi madre, ya se ha echado un novio nuevo, ya sabes que nunca ha sentado la cabeza. En cambio mi padre ya está preparando la boda con su mujer, Anne, ella parece haberle cogido cariño a Oliver, hasta se a ofrecido a cuidar hoy de él.  Bueno, tengo que dejarte, tengo una cita muy importante con una invitada ya te contará Pablo como ha ido.
Tarde o temprano nos veremos, te quiero.
Sara.

Arranca la hoja de la libreta y la deja encima de la mesita. Se apura su té y sube las escaleras, directamente hacia la habitación. Es mejor no detenerse, están por llegar. Se mete en la cama y cierra los ojos. Pablo llegará en un par horas, no le gusta tomarse el té frío, pero menos da una piedra, ¿no?
Toc, toc, toc. Ya está aquí. Con un abrazo se lleva a Sara de su cuerpo para llevarla a un lugar mejor. Donde no hay maridos ocupados, ni madres con un novio nuevo cada mes ¡o peor, cada semana! Donde los padres no se separan, ni las amigas se distancian. Dónde a nadie le importa tomarse el té frío. Un dedo pulsa el interruptor de la luz. Son las nueve y media. Buenas noches.





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